Los bautistas reformados adherimos como «confesión doctrinal» a la Primera y Segunda Confesión Bautista de Fe de Londres de 1689. Por supuesto estas confesiones no son infalibles, pero son un resumen conveniente de una sana doctrina para la iglesia. Los Bautistas Reformados tratan de derivar toda su doctrina directamente de la Biblia, a la cual ven como la única autoridad de fe y práctica. Puede descargar la Confesión de Fe Bautista de 1689 haciendo click aquí.
Podemos citar algunos célebres bautistas reformados del pasado:
- Charles Spurgeon: Predicador del siglo XIX. Pastor del Tabernáculo Metropolitano Bautista en Londres. Autor de «El Tesoro de David», «Discurso a mis estudiantes», «Ganador del Almas» entre otros.
- Adoniram Hudson: El primer misionero estadounidense en el campo misionero en el extranjero, iniciador de las misiones estadounidenses.
- Juan Bunyan: Autor puritano del siglo XVII, quien escribió El Progreso del Peregrino y «La Guerra Santa». «El Progreso del Peregrino ha sido el libro más vendido en todo el mundo, después de la Biblia.
- William Carey: Misionero a la India y co-fundador de la sociedad Misionera Bautista. Traductor bíblico a 30 dialectos. Conocido también como el padre de las misiones modernas.
- John Gill: Teólogo del siglo XVIII. Pastor de la Iglesia que luego sería pastoreada por Charles Spurgeon. Escribió un comentario completo de la Biblia en seis grandes tomos y una obra de Teología llamada «El Cuerpo de la Divinidad», y otros numerosos escritos.
- Andrew Fuller: Pastor en Inglaterra. fundador y director de la Sociedad Bautista Misionera que envió a William Carey (Guillermo Carey) a la India.
- Arthur Pink: Pastor y autor del famoso libro «La Soberanía de Dios», «Los Atributos de Dios», «La vida de Elías», y varios comentarios sobre la Biblia.
Historia de los Bautista
(Una perspectiva reformada)
© Por Sugel Michelén. Todo pensamiento cautivo. www.todopensamientocautivo.com
1. Historia de los Bautistas: El problema del origen
A partir de hoy me he propuesto publicar una serie de entradas sobre la historia de los bautistas, no con un espíritu denominacionalista, sino con el propósito de aclarar algunos conceptos equivocados y dar a conocer la historia de un grupo de hombres que, por amor al Señor y a Su Palabra, estuvieron dispuestos a sufrir muchas penurias.
¿De dónde surgen los bautistas y cuáles eran sus distintivos?
Algunos relacionan el origen de los bautistas con grupos antipaidobautistas que aparecieron muy temprano en la historia. Estos historiadores piensan que la denominación bautista tiene un parentesco espiritual con aquellos que se opusieron al bautismo infantil, como los novacianos (s. III), los donatistas (s. IV), los paulicianos (s. V), los valdenses (s. XII), y así sucesivamente.
Otros sostienen que la historia bautista se remonta al tiempo de los apóstoles. Éstos historiadores, llamados “sucesionistas” por su insistencia en poder trazar una sucesión de creyentes bautistas que algunos llevan hasta Juan el Bautista incluso, pretenden poseer todos los eslabones de una cadena que nos lleva hasta la iglesia primitiva.
Pero, si bien es cierto que el espíritu no conformista que caracterizó a los bautistas puede rastrearse a través de toda la Historia de la Iglesia y que el movimiento bautista guarda cierta relación o parentesco con algunos de estos grupos medievales, la denominación bautista como tal nace en Inglaterra en el siglo XVII.
A partir de ese punto en la historia se puede verificar una línea ininterrumpida de iglesias hasta nuestros días. Poca importancia tiene la antigüedad de la denominación; lo que importa es la base teológica que sustenta las convicciones doctrinales que caracterizan a los bautistas como tales. Como bien señala el historiador Justo Anderson:
“El bautista es un cristiano apostólico, puesto que una iglesia, aunque recién organizada sí lo es sobre el Nuevo Testamento, es más apostólica que aquella Iglesia que puede trazar su sucesión a los apóstoles, pero, que se ha apartado de los principios apostólicos. La cuestión de la veracidad es mucho más importante en el estudio de la historia bautista que la cuestión de la antigüedad, porque la antigüedad de principios es muy distinta a la antigüedad de organización” (Historia de los Bautistas; Tomo I; pg. 39).
Y más adelante añade: “Este es el dilema de la historia bautista. Es, al mismo tiempo, vieja y nueva” (op. cit.; pg. 40).
2. Historia de los Bautistas: Los precursores suizos y moravos
El movimiento reformador en Suiza tuvo sus inicios con la conversión de Zwinglio. Debido a su trasfondo humanista, Zwinglio reunió muy pronto alrededor de sí a un grupo de jóvenes intelectuales, interesados primariamente en el estudio de los clásicos griegos.
Grebel, Blaurock y Manz
En 1521 se unió a este grupo un joven llamado Conrad Grebel (1448-1526), que había iniciado sus estudios humanistas unos años antes en las universidades de Basilea, Viena y París. Zwinglio introdujo a estos jóvenes al estudio del Nuevo Testamento griego, de tal manera que algunos de ellos, no sólo hicieron profesión de fe, sino que también se convirtieron en celosos reformadores. Grebel era uno de ellos.
Pero pronto surgieron algunos problemas. Menos de tres años después, algunos de estos jóvenes llegaron a ciertas convicciones distintas a las de Zwinglio; entre los puntos de divergencia estaba el asunto del bautismo infantil y la relación de la Iglesia con el estado.
Dado que no pudieron ponerse de acuerdo con su mentor y maestro, el 21 de enero de 1525 un grupo de 15 hombres se reunió en la casa de Félix Manz para determinar lo que habrían de hacer, ya que el municipio de Zurich les había dado ocho días de plazo para retractarse de sus convicciones y bautizar a sus hijos.
Uno de los presentes esa noche proveyó el siguiente relato: “Sucedió que estábamos juntos hasta que cayó sobre nosotros una tremenda ansiedad… Caímos de rodillas ante el Dios Altísimo y oramos que nos indicase su voluntad divina… porque no fue una cosa de carne y de sangre que los impulsaba, puesto que bien sabían que significaba sufrimiento. Después de la oración, Jorge Cajacob se levantó y rogó que Conrado Grebel le bautizase con el bautismo cristiano correcto en base a su fe y conocimiento” (Justo Anderson; Historia de los Bautistas; Tomo II, pg. 36).
Grebel bautizó a Cajacob (también conocido como Blaurock) quien procedió de inmediato a bautizar a todos los demás. Así quedó constituida la primera iglesia de los hermanos suizos. “Está claro que fue esta la acción más revolucionaria de la Reforma. Ningún otro suceso simbolizó tan completamente el rompimiento con Roma. Aquí, y por primera vez durante la reforma, un grupo de cristianos se atrevió a formar una Iglesia según se pensaba que era el modelo del Nuevo Testamento” (W. R. Step; Revolucionarios del Siglo XVI; pg. 19).
A partir de ese momento Grebel se dedicó a una intensa labor evangelística; comenzaron a tener cultos en las casas y a practicar el bautismo a creyentes, por lo que fueron llamados “anabaptistas” o “rebautizadotes”.
Esto desató una fuerte persecución contra ellos. Finalmente Grebel fue arrestado y encarcelado en Noviembre del 1525 junto con Blaurock y Manz. Grebel pudo escapar de su encarcelamiento y publicar un tratado sobre el bautismo; pero murió víctima de la peste alrededor de agosto de 1526.
Baltasar Hubmaier
A la par de este movimiento originado en Zurich, algo similar ocurría en Moravia, en relación con el ministerio de Baltasar Hubmaier (1480-1528), uno de los hombres más importantes del movimiento anabaptista.
Hubmaier nació cerca de Augsburgo, en el seno de una familia humilde. Estudió en la Universidad de Friburgo, donde fue alumno de Juan Eck. Ambos se profesaban una gran admiración, de tal modo que, cuando Eck dejó la universidad de Friburgo para enseñar en la Universidad de Ingolstad, Hubmaier se fue tras él, llegando a recibir allí su título de Doctor en Teología el 29 de septiembre de 1512.
Luego fue ordenado sacerdote y nombrado como predicador y capellán de la Universidad, llegando a ser vicerrector en 1515. Al año siguiente dejó Ingolstad para venir a ser el párroco de la Catedral de Regensburgo. Allí se vio envuelto en una campaña antisemita que desembocó finalmente en la expulsión de los judíos de la ciudad, convirtiendo luego la sinagoga abandonada en una capilla católica dedicada “a la hermosa María”.
Muy pronto esta capilla comenzó a recibir un número cada vez mayor de feligreses, lo que provocó la envidia de los monjes locales que veían cómo sus ingresos y su prestigio estaban comenzando a menguar. Fue tal vez este factor el que llevó a Hubmaier a trasladarse a la ciudad de Waldshut en 1521. Allí continuó su labor como cualquier párroco católico romano de la Edad Media.
Pero en junio de 1522 hizo un viaje a Basilea donde conoció a Erasmo y a Heinrich Glarean (que fuera maestro de Grebel). Allí también entró en contacto más directo con la Reforma, de modo que a su regreso a Waldshut decidió estudiar más a fondo el NT.
Todo luce indicar que ese fue el año de su transformación. A partir de ese momento, las prédicas de Hubmaier evidenciaron que había abrazado la Reforma y, sobre todo, que había depositado su fe en Cristo.
En medio de este proceso, Hubmaier recibió la invitación de regresar a Regensburgo, donde los habitantes quedaron profundamente sorprendidos por el cambio evidente de su antiguo pastor. Poco tiempo después regresó de nuevo a Waldshut, dispuesto a continuar la reforma allí.
En 1 de marzo de 1523 hizo contacto con Zwinglio y con otros dirigentes de la reforma en Suiza, incluyendo a Conrad Grebel. En octubre de ese mismo año participó en el debate que se llevó a cabo en Zurich, y ya en ese tiempo dio a entrever que no compartía con Zwinglio el bautismo infantil.
A su regreso a Waldshut redactó un documento de 18 artículos los cuales serían la guía para la reforma en la ciudad. En estos artículos Hubmaier estableció claramente la doctrina de la justificación por la fe, los frutos de amor que la verdadera fe produce, el rechazo de la misa como sacrificio, el rechazo al celibato y el bautismo voluntario de los creyentes.
Al año siguiente contrajo matrimonio con Elizabeth Hugline, quien resultó ser una esposa fiel y valiente. Pero sus actividades reformadoras pronto llamaron la atención de Fernando I de Habsburgo (hijo de Felipe el Hermoso y Juana I de Castilla y, por lo tanto, hermano de Carlos I de España y nieto de los reyes católicos Fernando e Isabel).
Primero envió una comisión al Concilio de la ciudad pidiendo que destituyeran al predicador, pero éstos se negaron a hacerlo. Luego llegó una carta del gobierno austriaco, en la que se les volvía a pedir que destituyeran “al que se decía doctor y predicador del pueblo, y a que escogiera en su lugar a otro predicador adecuado y piadoso que no mantuviera las condenadas doctrinas de Lutero”.
Dado que la presión continuó arreciando, Hubmaier decidió salir de la ciudad para evitar una intervención armada. En septiembre de 1524 se dirigió a la ciudad de Schaffhausen. Allí escribió uno de los tratados más importantes de la literatura que produjo la reforma, titulado: “Concerniente a los herejes y a aquellos que los queman”, donde se proclamó abiertamente en contra de las persecuciones religiosas de cualquier tipo y el uso de la espada o el fuego para combatir la herejía, a la vez que abogó por la libertad de cultos. “Está claro para todos ahora – decía él, incluso para los ciegos, que una ley para quemar herejes es una invención del diablo. La verdad es inmortal”. Esta frase vino a ser el lema de su vida.
En octubre de ese año, Hubmaier regresó a Wadlshut, donde fue aclamado por el pueblo como un héroe. Hasta el ayuntamiento hizo una fiesta a su favor. Para este tiempo, sus convicciones acerca del bautismo se habían asentado en su mente, como vemos en una carta que envió a Oecolampadio, el reformador de Basilea, el 16 de enero de 1525: “El significado de este signo y símbolo (el bautismo), la prenda de la fe hasta la muerte esperando la resurrección de la vida futura, tiene que considerarse como algo más que una señal. Su significado no pueden entender los niños, por eso es absurdo el bautismo infantil”.
Más tarde, en abril de ese mismo año, Hubmaier fue bautizado con unas 60 personas más por Wilhem Reublin que había sido desterrado de Zurich y había buscado refugio en Wadlshut. Habiendo recibido el bautismo bíblico, el mismo Hubmaier bautizó a unas 300 personas más.
En mayo de 1525, Zwinglio publicó un panfleto titulado “Sobre el bautismo, el anabaptismo y el bautismo infantil”, donde rebatía el concepto anabaptista del bautismo de los creyentes. Hubmaier respondió en el mes de julio con una obra que tituló “El bautismo cristiano de los creyentes”. Este libro “es considerado por muchos como la mejor defensa del bautismo de creyentes jamás escrita” (Anderson; pg. 40).
Esta obra provocó otro debate en Zurich que concluyó con la proscripción de los anabaptistas y el encarcelamiento de Hubmaier, quien había huido a Zurich cuando las tropas austriacas entraron en Waldshut.
Algunos piensan que Hubmaier pudo haber abrigado esperanzas de convencer a Zwinglio; pero lo que en realidad ocurrió fue que se le exigió que se retractara o sería expulsado de Zurich inmediatamente. Temiendo caer en las manos de Fernando I, Hubmaier se retractó. Pero muy pronto se retractó de su retractación y atacó el bautismo infantil luego de un sermón de Zwinglio, por lo que fue apresado inmediatamente, encarcelado.
Una vez liberado, Hubmaier se dirigió a Nikolsburgo (en Moravia, hoy Mikulov en la República Checa). Esta era, en ese entonces (1526), una de las ciudades europeas más tolerantes debido, en parte, a la influencia de Juan Hus. Allí fue recibido con mucho entusiasmo por los evangélicos moravos, llevando a cabo un ministerio sumamente fructífero. Se calcula que unas 6,000 personas fueron bautizadas en 1526.
Ese fue también un período de gran producción literaria; durante el 1526 y 1527 Hubmaier publicó unos 17 panfletos que fueron de mucho ayuda para los anabaptistas en los años siguientes. “Pocos de sus contemporáneos le excedieron en elocuencia, estilo y humor… Hubmaier fue un erudito cristiano cuyo conocimiento de las Escrituras no fue aventajado por ninguno de sus contemporáneos, y un teólogo capaz al que sólo excedió Calvino” (Step; pg. 68).
3. Historia de los Bautistas: El ala revolucionaria y fanatizada
Satanás es el enemigo de la iglesia de Cristo, y como tal, siempre está tramando detener su avance. Unas veces lo hace a través de la persecución, pero otras veces levanta movimientos extremistas que, haciéndose pasar por movimientos cristianos, echan por tierra la reputación de los verdaderos creyentes. Los anabaptistas enfrentaron ambos retos desde sus inicios.
En la entrada anterior sobre los precursores de los bautistas (tanto en Suiza como en Moravia), vimos algo de lo primero. En la entrada de hoy veremos algo de lo segundo, comenzando en Moravia, donde los anabaptistas comenzaron a enfrentar grandes problemas casi desde el principio.
Por un lado, el grupo sufrió una división cuando algunos se fueron detrás de un tal Juan Hut, quien insistía en el uso de la espada contra los impíos para establecer el reino de Dios. Éste predijo que la segunda venida de Cristo habría de ocurrir el domingo de Pentecostés de 1528, a la vez que trató de reunir a los 144,000 elegidos a quienes selló bautizándolos y poniéndoles en sus frentes la señal de la cruz. Otros se alinearon con Jacob Wiedemann, un predicador anabaptista que promovía una especie de comunismo cristiano.
Por otro lado, por orden del archiduque Fernando de Austria, Hubmaier y su esposa fueron apresados y llevados a Viena donde fueron condenados a la muerte; Hubmaier fue quemado vivo el 10 de marzo de 1528, y su esposa fue ahogada en el Danubio tres días después.
Sin un liderazgo fuerte que los guiara, eventualmente los anabaptistas de Nikolsburgo dejaron de existir. Pero la influencia de Baltasar Hubmaier se habría de sentir por muchos años más debido a sus obras escritas. “En 1619 se las consideraba todavía tan peligrosas que fueron incluidas en el índice de libros prohibidos… que promovió la Inquisición española” (W. R. Estep; Revolucionarios del Siglo XVI; pg. 71). En un documento del siglo 17, su nombre aparece en una lista de grandes «herejes», sólo precedido por los nombres de Lutero, Zwinglio y Calvino.
Luego de la muerte de Juan Hut, el movimiento volvió a dividirse otra vez; sin embargo, su mensaje apocalíptico continuó siendo proclamado por otros supuestos profetas, entre los cuales se encontraba Melchior Hofman.
Aunque Hofman comenzó siendo un predicador laico luterano, más tarde rechazó la enseñanza de Lutero con respecto a la comunión y vino a ser seguidor de Zwinglio, para abrasar luego la doctrina anabaptista en la ciudad de Estrasburgo.
Convencido de que él era “el Elías que habría de preparar el camino para el retorno de Cristo”, comenzó a proclamar que el día del Señor se estaba acercando y que en la ciudad de Estrasburgo se habría de establecer la Nueva Jerusalén. También instó a sus seguidores a abandonar el pacifismo que había caracterizado a los anabaptistas. Finalmente Hofman fue encarcelado en Estrasburgo en 1533 hasta su muerte 10 años más tarde.
Pero uno de sus discípulos, un panadero holandés llamado Juan Matthys, tomó el mando, declarándose a sí mismo como profeta del movimiento: así como Hofman era “el Elías que había de venir” antes del retorno del Señor, él era Enoc, el otro testigo de Ap. 11. Matthys procedió entonces a nombrar a 12 apóstoles, entre los cuales estaba Juan de Leyden, y además trasladó la Nueva Jerusalén a Munster, ciudad importante en la región de Westfalia.
Mucha gente se aglomeró en torno a ellos; expulsaron al obispo de la ciudad y trataron de instaurar una teocracia que, según ellos, se ajustaría en todo a la Biblia, incluyendo la práctica de la poligamia. A la muerte de Matthys, Juan de Leyden tomó el mando; y así como Hofman se comparó con Elías y Matthys con Enoc, Leyden decía ser el rey David.
Pero el obispo expulsado de Munster no se quedó de brazos cruzados; pronto reunió un ejército, compuesto por luteranos y católicos, y sitió la “Nueva Jerusalén”. La situación dentro de la ciudad se fue volviendo cada vez más desesperada, hasta que, finalmente, sus mismos habitantes abrieron las puertas para que entrara el obispo con su ejército. Lo que sucedió a continuación fue un terrible baño de sangre que habría de ser recordado por mucho tiempo, contribuyendo aún más a la mala fama que ya tenía el movimiento anabaptista.
Como dice el historiador Latourette: “El efecto del episodio fue confirmar el desprestigio que acompañaba el nombre de anabaptista. Circularon rumores de los extremos a donde había llegado el fanatismo anabaptista durante los meses de la tensión en la comunidad, de la destrucción de propiedades, de poligamia y de la supresión despiadada de la oposición. Y, cómo es común en tales rumores, los hechos se agrandaban a medida que se contaban y se volvían a contar, alejándose más y más de los hechos reales”.
Lamentablemente, nunca han faltado en la Historia estos grupos fanatizados que traen gran descrédito a la iglesia de Cristo. La buena noticia es que, a pesar de tales locuras de supuestos cristianos, Cristo continuará edificando a Su iglesia y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.
4. Historia de los Bautistas: Menno Simons y los menonitas
El desastre de Munster le puso punto final al ala revolucionaria del anabaptismo, pero no al movimiento como tal. Entre los anabaptistas más prominentes de esta nueva generación, uno de los más importantes es, sin duda alguna, Menno Simons, un ex sacerdote católico que abrazó el anabaptismo en 1536.
Simons nació en los países bajos, en 1496, cuatro años después del descubrimiento de América, 13 años después del nacimiento de Lutero y 13 años antes del nacimiento de Calvino. Fue ordenado para el sacerdocio en 1524, cuando tenía 28 años de edad.
Por una razón que desconocemos, al año siguiente de su ordenación, Simons comenzó a tener serias dudas acerca de la misa. “Yo no cesaba de pensar en que la copa y el pan que repartía en la misa no eran la sangre y la carne del Señor. Creía que era el diablo el que me quería apartar de mi fe. Me confesaba con frecuencia, lloraba y oraba, pero no conseguía librarme de este pensamiento.”
En ese momento de su vida, Simons desconocía casi completamente las Escrituras; como él mismo señala en uno de sus escritos: “… no las había tocado en toda mi vida temiendo leerlas por si me descarriaba. Ahora me doy cuenta de lo torpe que fui durante cerca de dos años cuando era sacerdote.”
También admite en otro lugar que en ese tiempo llevaba una vida vacía y frívola, fullera y de borracho y “llena de diversión como es la costumbre y el uso de la gente inútil.”
Finalmente determinó que debía acudir a las Escrituras para resolver sus dudas. Poco a poco fue aceptando la autoridad doctrinal de las Escrituras y pronto se topó también con el tema del bautismo. Sus estudios del Nuevo Testamento le convencieron de que el bautismo infantil era un error; por otra parte se sentía profundamente conmovido por la persecución que se había desatado en contra de los anabaptistas.
El 30 de marzo de 1535 un grupo de unos 300 anabaptistas fue violentamente apresado y ejecutado, entre los cuales estaba uno de sus hermanos. Aquello le conmovió profundamente y desencadenó en él una crisis que le llevó a su conversión y a su salida definitiva del catolicismo romano el 30 de enero de 1536.
No mucho tiempo después fue bautizado y ordenado ministro anabaptista. Su labor en los Países Bajos fue tan exitosa que allí los anabaptistas fueron conocidos como menonitas.
El alcance de su obra fue tal que el emperador Carlos V emitió un edicto en el que ofrecía la recompensa de 100 monedas de oro por su cabeza, a la vez que prometía al que le entregara un indulto por cualquier delito cometido. No obstante, y a pesar de la persecución, se mantuvo ministrando hasta su muerte el 31 de enero de 1561.
5. Historia de los Bautistas: Las iglesias de Inglaterra y el origen de los bautistas actuales
El movimiento bautista en Inglaterra en el siglo XVII debe ser visto como una rama del puritanismo. Éstos abogaban por una verdadera reforma de la iglesia de Inglaterra, pero no todos ellos estaban de acuerdo en lo que eso implicaba.
Algunos eran puritanos anglicanos que querían purificar la iglesia de todo vestigio de romanismo. Pero también había puritanos presbiterianos, que abogaban por un cambio más radical en el gobierno de la iglesia, tomando como modelo el calvinismo continental. Estos puritanos se separaron de la iglesia anglicana en el siglo XVI y formaron sus propias congregaciones.
Parece que algunos de ellos habían recibido cierta influencia anabaptista por medio de inmigrantes holandeses. Cuando la situación se puso difícil para ellos, algunos emigraron a Ámsterdam, donde gozaron de tolerancia religiosa.
Pero no todos huyeron. En la ciudad de Gainsborough, en Inglaterra, se formó un centro de separatistas, de entre los cuales surgieron los bautistas en sus dos grandes ramas: los bautistas generales y los particulares. Los bautistas generales eran arminianos (llamados así porque creían en la expiación ilimitada o general), mientras que los bautistas particulares eran calvinistas (creían en la expiación limitada o particular).
De este grupo sale Juan Smith (1570-1612), quien estudió en la Universidad de Cambridge, una escuela de corte puritano. Sabemos que en 1605 o 1606 se unió a una iglesia congregacional que se reunía clandestinamente en Gainsborough. Más tarde, y por un asunto de conveniencia, se dividieron en dos grupos. Pero cuando la persecución arreció, se vieron obligados a emigrar a Holanda.
Entre 1608 y 1609, y bajo la influencia de los menonitas, Juan Smith llegó a la conclusión de que tanto él como los miembros de su iglesia no estaban correctamente bautizados. Pero dado que Juan Smith no aceptaba completamente las doctrinas menonitas, éste no podía ser bautizado por ellos con una limpia conciencia; así que se bautizó a sí mismo y luego a 40 personas más.
Este bautismo no fue hecho por inmersión, ya que el modo del bautismo no era todavía motivo de discusión. Para ellos era más importante responder la pregunta: ¿Quién debe ser candidato el bautismo? Así que para 1609 ya encontramos en Ámsterdam una iglesia constituida por creyentes bautizados. Más adelante, Juan Smith se arrepintió de haberse bautizado asimismo y junto a 30 personas más, en febrero de 1610, solicitaron ser admitidos en la iglesia menonita. Éstos no fueron aceptados sino hasta enero de 1615; pero Juan Smith ya había fallecido de tuberculosis en agosto de 1612.
Pero no todos los miembros de la iglesia de Juan Smith estuvieron de acuerdo con él en unirse a la iglesia menonita. Un pequeño grupo, liderado por Thomas Helwys, decidió formar tienda aparte; estos retornaron a Inglaterra en 1612.
Allí fundaron la primera Iglesia Bautista General en suelo inglés, en las afueras de Londres. Para 1630 ya había otras seis congregaciones bautistas generales, las cuales mantenían comunión con los menonitas del continente. En 1644 se habían multiplicado en 47 iglesias. Hasta 1641 practicaban el bautismo por afusión.
Pero los padres históricos de los bautistas modernos fueron los bautistas particulares o calvinistas. Esto así porque en el siglo XVIII los bautistas generales abrazaron el liberalismo teológico y prácticamente desaparecieron del escenario de Inglaterra.
Por otra parte, fueron los bautistas particulares quienes “introdujeron una nueva interpretación del bautismo como un testimonio de la muerte, la sepultura y la resurrección de Cristo que perdura entre los bautistas modernos” (Anderson; Historia de los Bautistas; pg. 77); hasta ese entonces el bautismo era considerado como un símbolo de purificación. De igual modo, fueron los bautistas particulares quienes restauraron la práctica del bautismo por inmersión después del 1641.
La primera congregación bautista de teología calvinista se constituyó en Londres en 1616 bajo el liderazgo de Henry Jacob (1553-1624). Éste había pasado un tiempo en Holanda donde había entrado en contacto con puritanos congregacionalistas. En 1624 emigró a Virginia, colonia americana, donde murió poco tiempo después.
El siguiente pastor de la iglesia fue Juan Lathrop, quien estuvo al frente de la congregación hasta 1634; pero él también se fue al nuevo mundo. Cuatro años después, Enrique Jessey asumió el pastorado.
No fue sino hasta 1630 cuando está iglesia comenzó a discutir el tema del bautismo. Poco a poco la iglesia fue asumiendo convicciones que la iban conformando en una congregación bautista. Pero fue en 1645, el año en que Jessey fue bautizado por inmersión, cuando esta iglesia vino a ser realmente bautista.
Anterior a esa fecha, otro grupo se había separado de la iglesia madre, precisamente por su convicción de que sólo los creyentes debían ser bautizados. Esta iglesia tuvo como su primer pastor a Juan Spilsbury. Fue precisamente allí donde, en 1640, surgió una discusión sobre el modo del bautismo, que finalmente los llevó a la conclusión de que debía realizarse por inmersión, como simbolismo de muerte y resurrección (comp. Rom. 6:4 y Col. 2:12).
Este método fue adoptado por todas las iglesias bautistas, incluyendo las generales, y así quedó consignado en la Primera Confesión de Fe Bautista de Londres de 1644.
Para esa fecha, según el historiador Daniel Neal, había unas 47 iglesias bautistas particulares o calvinistas en Inglaterra, siete de ellas en Londres. Estas siete iglesias aprovecharon la libertad política y religiosa que se gozaba en aquellos días, para aclarar algunos malos entendidos con respecto a los bautistas, ya que muchos los asociaban con el ala radical del movimiento anabaptista del Continente (que ya vimos en una entrada anterior).
Unos años más tarde, los bautistas publicaron su segunda Confesión de Fe de Londres, que había sido redactada en 1677, pero que no había podido ser publicada por la situación política y religiosa reinante en Inglaterra.
En esta segunda Confesión, conocida como la 1689, los bautistas quisieron expresar su acuerdo con los demás grupos reformados de Inglaterra, por lo que siguieron muy de cerca las definiciones doctrinales de la Confesión de Fe de Westminster, así como la Confesión de Saboya de los congregacionalistas.
Aunque diferían de aquellos teólogos en cuanto al gobierno y la membrecía de la Iglesia, en todas las otras cosas creían prácticamente lo mismo, y así lo manifestaron públicamente en su Confesión de Fe. Este documento ha sido, y sigue siendo, la Confesión de Fe de muchas iglesias bautistas desde entonces.
6. Historia de los bautistas: Enrique VIII y el anglicanismo
Como vimos en la entrada anterior, la historia de los bautistas en Inglaterra se encuentra íntimamente asociada a la historia del puritanismo. Y la historia del puritanismo no puede relatarse sin hacer referencia a lo ocurrido durante el reinado de Enrique VIII. Eso es lo que quiero compartir en la entrada de hoy, para luego considerar el puritanismo como tal.
En el siglo XVI, Gran Bretaña estaba dividida en dos reinos, el de Inglaterra bajo el régimen de los Tudor, y el de Escocia bajo el régimen de los Estuardo. Aunque había cierto parentesco entre estas dos familias, la relación entre ambas dinastías había sido tensa por mucho tiempo.
Debido a que Escocia estaba aliada con Francia a principios del siglo XVI, el rey de Inglaterra, Enrique VII, decide fortalecer su alianza con España casando a su hijo Arturo con Catalina de Aragón, hija de los reyes católicos, Fernando e Isabel.
Pero cuatro meses después de la boda Arturo murió y los reyes católicos propusieron casar a Catalina con el otro hijo de Enrique, del mismo nombre que su padre, que ahora pasaba a ser el heredero del trono. Esto tenía el inconveniente de que las leyes canónicas prohibían que un hombre se casara con la viuda de su hermano.
Pero el rey de Inglaterra no estaba dispuesto a perder la amistad con los reyes de España, ni la dote de la princesa. Así que pidió una dispensa papal para celebrar el matrimonio, la cual le fue otorgada por el Papa Julio II. Cuando Enrique VII murió, su hijo ascendió al trono de Inglaterra en 1509 con el nombre de Enrique VIII.
Con el paso del tiempo su matrimonio con Catalina comenzó a tener dificultades porque ésta no le daba un hijo varón que le sucediera en el trono. Sólo logró sobrevivir una niña a la que llamaron María.
Cuando Enrique perdió la esperanza de que Catalina le diera un hijo (para esa fecha ya tenía 41 años de edad), decide divorciarse de ella alegando que su matrimonio con la viuda de su hermano no había sido válido a pesar de la dispensa papal, ya que en Levítico 20:21 dice: “Y el que tomare a la mujer de su hermano, comete inmundicia; la desnudez de su hermano descubrió; sin hijos serán.”
Pero al pedir a Roma la anulación de su matrimonio para casarse con el nuevo amor de Enrique, la joven Ana Bolena, el Papa Clemente VII se negó a concedérsela por cuanto Catalina era tía de Carlos V, el monarca más poderoso de Europa en aquellos días, y a quien Catalina le había pedido ayuda.
En este punto de la historia entra en escena un personaje que habría de jugar un papel sumamente importante en la reforma inglesa: Tomás Cranmer. Éste había entrado a formar parte del círculo de personas cercanas a Enrique VIII (entre ellas la familia de Ana Bolena, considerada una de las familias más respetables de la aristocracia inglesa). Cuando se suscitó el problema del divorcio del rey, Cranmer presentó un caso bastante convincente, por lo que Enrique le pidió que se trasladara a Londres.
En 1531 Cranmer fue enviado a la Europa continental con el propósito de encontrar apoyo para el divorcio de Enrique. Y aunque no tuvo éxito en su empresa, dos cosas importantes ocurrieron en este viaje. Por un lado, Cranmer entró en contacto con el luteranismo alemán a través de su amistad con el erudito luterano Andreas Osiander. Por otro lado, y a pesar de que era sacerdote, Cranmer se casó en secreto con una sobrina de Osiander, llamada Margarita (antes de su ordenación, Cranmer había estado casado, pero luego enviudó).
Cuando Cranmer regresó a Inglaterra en Enero de 1533 estaba convencido de que la Iglesia necesitaba una reforma, pero no estaba muy seguro de la forma como esta nueva Iglesia debía operar.
Así estaban las cosas cuando, ese mismo año, Ana sale embarazada, lo que hace más urgente la anulación del matrimonio de Enrique con Catalina para poder casarse públicamente con Ana y asegurar que el niño que habría de nacer fuese un sucesor legítimo del trono inglés.
Para tales fines, el rey depuso al cardenal Tomás Wolsey, acusándolo de traición por cuanto este no había logrado la anulación del matrimonio, y designó en su lugar a Tomás Cranmer como Arzobispo de Canterbury. Luego convocó el gran “Parlamento de la Reforma”, al cual se le dio la tarea de separar a la Iglesia de Inglaterra del Papa y colocarla bajo la autoridad del rey.
El próximo paso fue anular el casamiento de Enrique con Catalina (el 23 de Mayo de 1533) y, dos días más tarde legitimar su matrimonio con Ana Bolena (ya se habían casado en secreto el 25 de Enero). También se proclamó que los hijos que nacieran de esa unión serían los herederos legítimos del trono.
Ahora, como cabeza de la iglesia, Enrique llevó a cabo algunos pequeños cambios en la Iglesia de Inglaterra, pero era obvio que este hombre no estaba interesado en una verdadera reforma, sino más bien en fortalecerse políticamente; aparte de que Enrique tampoco veía al protestantismo con buenos ojos. Así que la iglesia anglicana seguía siendo muy parecida a la católica, solo que sin papa.
El 7 de Septiembre Ana Bolena dio a luz a una niña a la que llamaron Isabel. En Enero de 1536 Catalina muere, y el mismo día de su entierro Ana sufre un aborto. A partir de ese momento, su matrimonio con Enrique comienza a peligrar, hasta que finalmente fue acusada de adulterio, algo que probablemente no ocurrió, y fue ejecutada por decapitación.
El rey se casó entonces con Jane Seymour la cual, finalmente, el 12 de Octubre de 1537, le dio el hijo varón que Enrique había estado esperando por tanto tiempo, y al que llamaron Eduardo. Pero Jane murió luego del parto. Para fortalecer su alianza con Alemania, Enrique se casó entonces con Ana de Cleves, cuñada del príncipe Juan Federico de Sajonia. Pero por varias razones que no vienen al caso, también se divorció de ella para casarse con Catherine Howard. Pero ésta también cayó en desgracia, fue acusada de adulterio y también decapitada.
Libre de nuevo, Enrique se casó con Catherine Parr, su última esposa y la cual le sobrevivió. Al morir Enrique VIII, en el 1547, le sucedió en el trono su hijo Eduardo VI, un joven adolescente, en cuyo corto reinado de apenas 4 años se llevaron a cabo reformas un poco más profundas.
Pero eso lo dejaremos para la próxima entrada. Por ahora solo me resta señalar que, a pesar del comienzo poco prometedor de los cambios que se suscitaron en Inglaterra en el siglo XVI, nuestro Dios, que saca bienes de males, habría de producir una obra sorprendente que no tendría nada que ver con las intrigas palaciegas ni amoríos de Enrique VIII.
7. Historia de los Bautistas: Los puritanos, la Confesión de Westminster y la Confesión Bautista de 1689
Continuamos con la serie que hemos posteando sobre la historia de los bautistas, que, como hemos dicho en entradas anteriores, se solapa con la historia del puritanismo en Inglaterra. En la entrada anteriorhablamos del reinado de Enrique VIII y el nacimiento del anglicanismo. Hoy veremos lo que Dios hizo en Inglaterra luego de la muerte del monarca.
Eduardo VI
Al morir Enrique VIII, en el 1547, le sucedió en el trono su hijo Eduardo VI, un joven adolescente, en cuyo corto reinado de apenas 4 años se llevaron a cabo reformas un poco más profundas. Durante su reinado se publicó el libro de oración común, el cual introdujo algunos cambios importantes en la liturgia de la iglesia anglicana.
María Tudor (la sanguinaria)
Pero Eduardo VI murió en 1553, teniendo apenas 16 años de edad, y le sucedió en el trono su media hermana María, hija de Catalina. Esta vuelve a implantar el catolicismo en Inglaterra y desata tal persecución contra los protestantes que ha sido conocida en la historia como María la Sanguinaria.
En ese tiempo muchos protestantes huyeron al Continente donde entraron en contacto con teólogos calvinistas y adquirieron un entendimiento más claro de las enseñanzas bíblicas. Pero María no tuvo hijos, de modo que al morir a fines de 1558 le sucedió su media hermana Isabel, la hija de Ana Bolena.
Isabel I y el puritanismo
Esta vuelve a implantar el anglicanismo en Inglaterra, muy probablemente por conveniencia, ya que según el catolicismo ella no era más que una hija bastarda. En ese momento muchos de los protestantes que huyeron al Continente regresaron a Inglaterra con la esperanza de que la reina siguiera profundizando en el proceso de reforma bíblica. Pero se encontraron con una terrible decepción. La reina Isabel quería seguir manteniendo en los cultos de la Iglesia anglicana un conjunto de prácticas que no tenían apoyo alguno en la Palabra de Dios.
Estos protestantes, en cambio, abogaban por una reforma cabal, donde la Palabra de Dios fuese la única regla que regulara la doctrina, la vida práctica y la adoración de los creyentes. Por tal razón a estos protestantes se les llamó “puritanos” durante el reinado de Isabel I. Aunque ridiculizados y caricaturizados a lo largo de la historia, el puritanismo fue uno de los períodos más gloriosos de la historia de la Iglesia.
R. C. Sproul dice lo siguiente al respecto: “Si hubo alguna vez un grupo de cristianos que fueran ejemplo de la vida cristiana, estos fueron los puritanos, quienes fueron vigorosos en la búsqueda de la santidad personal”.
Estos hombres se oponían firmemente a que la tradición o el poder del estado impusieran sobre sus conciencias prácticas que Cristo, la verdadera Cabeza de la Iglesia, no les hubiese impuesto. Esa lucha entre los puritanos e Isabel se mantuvo todo el tiempo de su reinado.
Jaime I
Isabel murió en 1603 sin haber tenido hijos y habiendo expresado su deseo de ser sucedida en el trono por Jaime I, hijo de María Estuardo y quien ya era rey en Escocia. María Estuardo era prima de Isabel, biznieta de Enrique VII y, por lo tanto, su hijo Jaime era un heredero legítimo al trono de Inglaterra.
Ahora por primera vez ambos reinos, Inglaterra y Escocia, estaban unidos bajo un mismo monarca. Fue durante el reinado del rey Jaime que se publicó la versión inglesa de las Escrituras conocida como King James. Pero este hombre tampoco tenía ningún interés reformador; aparte de que tenía temor de oponerse a los obispos anglicanos, por lo que asumió una política más adversa aún al puritanismo.
Esto provocó un nuevo éxodo de protestantes, incluyendo el grupo de peregrinos que salieron hacia América en el Mayflower en el 1620. Estos peregrinos son considerados como los padres fundadores de los EUA.
Carlos I
Al morir el rey Jaime le sucedió en el trono Carlos I quien fue todavía más adverso al puritanismo. Este rey abolió el parlamento, que estaba lleno de puritanos y gobernó durante 11 años como un dictador, por lo que se hizo muy impopular en Inglaterra.
En apenas 12 años unos 4,000 puritanos habían salido para América, buscando un lugar donde pudiesen adorar a Dios con una limpia conciencia. Las imposiciones del estado sobre la religión se fueron haciendo cada vez más fuertes, lo que trajo como consecuencia una guerra civil en 1642, con el Parlamento de un lado, que había sido restablecido unos años antes, y con el rey Carlos del otro. Finalmente, en 1649, el rey Carlos I fue depuesto y decapitado, y se inicia el protectorado de Oliverio Cromwell.
El protectorado de Oliverio Cromwell
Fue durante ese período de guerra civil que el Parlamento convocó a más de un centenar de teólogos ingleses, escoceses y galeses, quienes se reunieron durante cuatro años, desde el 1644 al 1648, en la Abadía de Westminster. Esta asamblea produjo la Confesión de Fe de Westminster, y dos catecismos: Uno Mayor para la instrucción de los adultos, y uno Menor para la instrucción de los niños.
Acerca de este grupo de teólogos que se reunió en aquella Abadía, dijo Richard Baxter lo siguiente: “Desde los días de los apóstoles no ha habido un Sínodo de teólogos más excelente que el que se reunió en ese lugar”.
La influencia que esa Confesión de Fe y esos Catecismos han ejercido en las iglesias reformadas en todo el mundo ha sido tan profunda que sería muy difícil evaluarla con precisión. Esta Confesión de Fe sostiene un punto de vista presbiteriano en cuanto al gobierno de la Iglesia.
Carlos II y la restauración de la monarquía
Antes de su muerte, en 1658, Cromwell indicó que su sucesor debía ser su hijo Ricardo, pero éste no tenía las capacidades de su padre, por lo que no pudo retener el poder. El país estuvo al borde de otra guerra, por lo que Ricardo renunció a su posición y se retiró a la vida privada. Esto no dejaba más opción que regresar a la monarquía, de modo que en 1660 sube al trono de Inglaterra Carlos II, el hijo de Carlos I. Aunque Carlos II garantizó la libertad de conciencia, muy pronto comenzó a dictar una serie de medidas en contra de los puritanos.
La primera fue el “Acta de Uniformidad” en 1662, que requería que todos los ministros del evangelio unificaran los cultos de las iglesias en torno al Libro de Oración Común. Unos 2,000 pastores se negaron a hacerlo, porque no podían subscribirse a ese documento con una limpia conciencia, por lo que fueron expulsados de sus iglesias.
Históricamente hablando, con el Acta de Uniformidad concluyó la historia del puritanismo como tal. A partir de ese momento los ministros puritanos fueron conocidos como “no conformistas” o “disidentes”.
Luego vino el “Acta de Conventículo”, en 1664, que prohibía la reunión de cualquier iglesia que no adoptara el Libro de Oración Común. Y un año después el “Acta de la Cinco Millas”, que prohibía que cualquier pastor disidente se acercara a su antigua parroquia en un radio de cinco millas.
Esto provocó que muchos pastores disidentes pusieran por escrito sus sermones y sus opiniones doctrinales, lo que hizo posible que hoy pudiéramos tener esa rica herencia puritana a nuestra disposición.
Uno de los presos más famosos de ese período fue Juan Bunyan, el cual fue encarcelado en 1660 por rehusarse a dejar de predicar, pero en cuyo encierro escribió una de las obras maestras de la literatura inglesa de ese período: “El Progreso del Peregrino”. En ese período de persecución los tres grupos mayoritarios de creyentes en Inglaterra, los presbiterianos, los bautistas y los independientes, se acercaron cada vez más.
Jaime II
Carlos II murió en 1685 y fue sucedido en el trono por su hermano Jaime II, el cual profesaba la religión católica. Por esa razón, una de las primeras cosas que hizo al retornar al poder fue proclamar un “Acta de Indulgencia” que permitía que las iglesias disidentes del anglicanismo se reunieran libremente. Eso favoreció a los católicos, así como también a los protestantes.
Guillermo de Orange
Pero en 1689 Jaime II fue depuesto, sucediéndole en su lugar Guillermo de Orange, casado con una hija de Jaime II y la cual era protestante. De inmediato se dictó un “Acta de Tolerancia”, concediéndole más libertades aún a los disidentes.
Ese mismo año los bautistas publicaron su segunda Confesión de Fe de Londres, que había sido redactada en 1677, pero que no había podido ser publicada por la situación política y religiosa reinante en Inglaterra. En esta segunda Confesión, conocida como la 1689, los bautistas quisieron expresar su acuerdo con los demás grupos reformados de Inglaterra, por lo que siguieron muy de cerca las definiciones doctrinales de la Confesión de Fe de Westminster, así como la Confesión de Saboya de los congregacionalistas.
Aunque diferían de aquellos teólogos en cuanto al gobierno y la membrecía de la Iglesia, en todas las otras cosas creían prácticamente lo mismo, y así lo manifestaron públicamente en su Confesión de Fe. Este documento ha sido, y sigue siendo, la Confesión de Fe de muchas iglesias bautistas desde entonces.
De este documento el gran predicador bautista del siglo pasado, Charles Spurgeon, dijo lo siguiente: “Este documento antiguo es un excelente resumen de aquellas cosas creídas entre nosotros. Aceptamos el mismo no como una regla autoritativa, o como un código de fe, sino como una ayuda en la controversia, una confirmación en la fe y un medio de edificación en la justicia. En él los miembros de esta Iglesia tendrán un pequeño resumen doctrinal, y por medio de las pruebas bíblicas allí contenidas estarán preparados para dar una respuesta de la fe que hay en ellos”.
8. Historia de los Bautistas: Bibliografía
Para aquellos que estén interesados en ampliar sus conocimientos sobre la historia de los bautistas, y sobre las Confesiones de Fe que los bautistas han producido a través de la historia, recomiendo la siguiente bibliografía.
Sobre la Historia de los Bautistas:
1. Revolucionarios del Siglo XVI; W. R. Step.
2. Historia de los Bautistas (3Tomos); Justo Anderson.
3. An Introduction to the Baptists; Erroll Hulse.
4. Our Baptist Heritage; Paul Clarke, Don Garlington, Erroll Hulse, David Kingdon, Bill Payne.
5. History of the English Calvinistic Baptist; Robert Oliver.
6. Baptist Roots in America; Samuel Waldron.
7. Rediscovering our English Baptist Heritage: Kiffin, Knollys and Keach; Michael A. G. Haykin.
Sobre las Confesiones de Fe Bautistas:
1. Exposición de la Confesión Bautista de Fe de 1689; Samuel Waldron.
2. A Discussion of the Seventeenth Century Particular Baptist Confessions of Faith; Richard P. Belcher, Anthony Mattia.
3. Baptist Confessions of Faith; William L. Lumpkin