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Alejandro Riff

Pero tú habla lo que conviene a la sana doctrina (Tito 2:1 )

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LA FALSEDAD DE LOS AUTODENOMINADOS APÓSTOLES Y PROFETAS MODERNOS

Publicada el 13/11/201210/08/2014 por Alejandro David Riff
LA FALSEDAD DE LOS AUTODENOMINADOS APÓSTOLES Y PROFETAS MODERNOS

 

Efesios 2:20 edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo;

Todas las iglesias evangélicas afirman que se edifican sobre Cristo, pero no todas evidencian que Él sea su cimiento o fundamento final.

No se puede disociar a Cristo de la Palabra de Dios:

«Aquél verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros…»  (Juan 1:14)

Es decir que  Cristo es la Palabra encarnada, la segunda persona de la Trinidad que se hizo hombre.

Cristo es el autor de la Biblia, y cualquier iglesia que quiera ponerlo de fundamento, necesariamente tiene que tener a la Biblia como única autoridad suprema y fuente final de revelación.

La palabra «edificados» es un participio pasivo que describe el estado del fundamento sobre el cual descansa la iglesia de Dios, como algo inmutable y no alterable a través del tiempo.

Al fundamento de Jesucristo, el texto añade: «Apóstoles y profetas», es decir todo el contenido de la Biblia desde el Antiguo Testamento hasta las doctrina de los apóstoles del Nuevo Testamento (Hechos 2:42).

Cristo es el mismo hoy ayer y por lo siglos, y el contenido de su Palabra dado por intermedio de los profetas y apóstoles también conserva este principio de inmutabilidad.

Hoy en iglesias carismáticas muchos se auto-proclaman  «apóstoles» y otros «profetas» pero nos preguntamos:  ¿Es esto bíblico?

De haber nuevos apóstoles y profetas el cimiento de la iglesia no sería definitivo, pues iría variando conforme con las nuevas revelaciones de los profetas y las nuevas doctrinas que los apóstoles modernos pudieran instaurar.

La Biblia quedaría en tal caso a la misma altura que estas nuevas fuentes de revelación. (Algo muy triste pero real en la iglesia desobediente de hoy).

Por eso, este desquicio de la iglesia moderna manejadas por hombres tenidos en gran estima, pero que DESOBEDIENTES a la palabra de Dios e impulsados por su orgullo, quieren ocupar estos títulos que fueron dados a los verdaderos apóstoles de la iglesia primitiva (los cuales  conocemos por nombre), pero cuyo título nunca más se adjudicó a ningún hombre a través de los siglos en las iglesias del Señor.

EL apóstol Pablo da a entender que él es el «último apóstol» al que se le apareció el Señor (pues era una condición para ser apóstol haber visto a Jesús).

Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles. Y el postrero de todos, como a un abortivo, me apareció a mí. 1Co 15:7 y 8

Los apóstoles y profetas modernos son, pues, una invención del siglo XXI.

En el tiempo de la Reforma, se denunció la falsa autoridad Papal y la tradición católica que quería ir a la par de la autoridad de Cristo y de las Escrituras.

Ahora dentro del campo cristiano evangélico, desde hace unos años, surge las mismas pretensiones humanas torciendo las Escrituras e implantando estos títulos que nunca en la historia de la iglesia se dieron, y que en tiempo pasado sonaría como luna locura que alguien se proclamara apóstol o profeta.

Sin embargo esto es bien tolerado hoy en día por muchas iglesias llamadas cristianas.

A veces por falta de conocimiento de la Biblia, pero la mayoría de las veces por una desobediencia abierta a la autoridad de Dios.

El mundo pide líderes para ser guiados, pero las ovejas de Cristo necesitan siervos de Él.

Laodicea dice estar enriquecidas de dones (Apocalipsis 3:17) luciendo sus super apóstoles y profetas, pero Dios les dice: «Tú eres un cuitado y miserable y pobre y ciego y desnudo;» (vs.17). Unje tus ojos con colirio para que veas (Vs.18).

La palabra de Dios no puede ser ignorada como fuente de autoridad final y suficiente para la iglesia.

Los apóstoles y profetas modernos son hombres desobedientes a la Biblia y a Cristo, por arrogarse títulos que no le corresponden, y no tienen la menor aprobación de las Escrituras para ejercer tales ministerios, ni la guía del Espíritu Santo, pues la tercera persona de la trinidad no puede aprobar algo que van en contra de la Palabra misma que Él inspiró.

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