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Alejandro Riff

Pero tú habla lo que conviene a la sana doctrina (Tito 2:1 )

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¿Cómo puedo saber si soy un hijo de Dios de verdad?

Publicada el 26/02/201521/09/2016 por Alejandro David Riff

Gisborne_Amanecer

Romanos 8:16 Porque el mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu que somos hijos de Dios.

El mundo cristiano de hoy está muy influenciado por lo que se denomina «la experiencia personal». La gente toma sus sentimientos como si fuera un GPS que les dice: «dobla a la derecha, sigue recto… en la próxima rotonda escoja la segunda salida». Hablando de la vida espiritual, muchos toman sus decisiones diciendo: «esto es lo que siento de parte de Dios«. Otros individuos, yendo un poco más lejos dicen en primera persona: «Dios me dijo«. Es decir que las personas invocan muchas veces la guía de Dios pero sólo a partir de una experiencia interna sentimental, antes que confiar en lo que dice la Biblia. Esto si bien es trágico, hay algo más peligroso aun: Basar la salvación en la experiencia subjetiva de una voz interna.

¿Cómo saber si soy salvo? ¿Por una voz interna que me hable?

Muchos toman el pasaje de Romanos 8:16 como una experiencia subjetiva, algo así como un voz interna que le dice a nuestra conciencia: «eres salvo«. ¿Cómo saber si esa voz es el Espíritu Santo o es producto de nuestra imaginación? Es más, ¿deberíamos esperar una especie de «voz interna» que nos hable asegurándonos que somos creyentes? Definitivamente no es eso lo que la Biblia enseña. Hay que interpretar las cosas en su justo contexto. La palabra griega utilizada en el pasaje significa «dar testimonio juntamente«. Es decir, no es un dialogo interno entre el Espíritu Santo y nuestro espíritu, donde nuestro espíritu pregunta: ¿Soy hijo de Dios? Y el Espíritu Santo responde: «¡Sí lo eres!» Es mas bien un testimonio conjunto acerca de nuestra adopción como hijos de Dios. Juan Calvino define esto, en su Comentario a la epístola a los Romanos, de la siguiente manera:

Hay una sola palabra griega que equivale a estas tres: Da testimonio juntamente. Por eso no dice que el Espíritu de Dios sirve de testigo a nuestro espíritu, sino que el Espíritu de Dios da testimonio, porque nuestro espíritu, admitiéndole como guía y maestro, cree que la adopción de Dios es cierta. Nuestra inteligencia jamás nos sugeriría esta confianza por sí misma y sin que el testimonio del Espíritu la impulsara a ello.

Por eso para entender Romanos 8:16, tenemos que volver sobre nuestros pasos a los versículos anteriores, y de esta forma comprender qué clase de testimonio el Espíritu Santo da a nuestro espíritu. En Romanos 8:15 tenemos que el creyente ya no está más en el «espíritu de servidumbre», es decir, en el pecado y la ley que lo condena, sino que está en calidad de hijo por lo cual puede clamar (gracias al Espíritu Santo) ¡Abba Padre! Vamos viendo que el testimonio del Espíritu Santo en nosotros no se trata de una especie de «vocecita interna», sino que es el entendimiento de la paternidad de Dios sobre nosotros; relación sólo hecha posible a través de la obra de Cristo (Juan 1:12). ¡Incluye entender la obra redentora realizada en la cruz del calvario!

Pruebas de nuestra salvación

Habiendo aclarado en qué consiste el testimonio del Espíritu Santo, ahora vayamos un paso más atrás, a Romanos 8:14, donde se nos dice: «los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios«. La pregunta que nos surge es: ¿Cómo son guiados o se comportan los hijos de Dios? Hagamos otro paso más atrás y vayamos a Romanos 8:13 donde nos encontramos con la realidad de «la conversión del creyente», que ha hecho morir las cosas de la carne y el pecado por la limpieza de la sangre de Cristo y la obra regeneradora del Espíritu Santo. Una de las evidencias de nuestra salvación, es vivir una vida que a Dios le agrada siguiendo las pisadas de Jesús.

No podemos basar nuestra salvación en «voces internas» sino en el hecho de la fe en Cristo que recibimos mediante la Su Palabra, y esto provoca como resultado frutos espirituales de una vida piadosa. Muchas personas, que viven en el pecado, aseguran que son salvos porque escuchan una voz interna, la cual les habla: «tranquilo, eres cristiano«. Contradictoriamente, algunas de estas personas viven sin dar evidencias de una arrepentimiento sincero ante Dios. ¡Cuidado! Nuestro corazón puede engañarnos con esta mentira (Jeremías 17:9). Nuestros sentimientos son arena, pero la Palabra de Dios es la roca más segura.

Para ir finalizando, citaremos a pastor John Mac Arthur que escribe en su comentario a Romanos 8:16, respecto al «testimonio del Espíritu», lo siguiente:

Él (el Espíritu Santo) hace esto a través de la obra de iluminación y santificación, así como a través del anhelo que nos infunde para tener comunión con Dios. Sin embargo, Pablo  no tiene aquí en mente algún tipo de pequeña voz mística que nos dice al oído que somos salvos. Mas bien, es posible que haga referencia al fruto del Espíritu (Gálatas 5:22-23), el cual cuando es producido por el Espíritu, da seguridad y certidumbre al creyente.

Concluyendo:

El testimonio del Espíritu Santo en nuestra vida no es subjetivo sino evidente, es la transformación del corazón negro de un pecador a un corazón puro lavado en la sangre de Cristo. Es pasar de ser un hijo de servidumbre en la ley del pecado a la gloriosa libertad de un hijo de Dios que puede llamarlo: «Padre mío«.

El testimonio del Espíritu Santo es, ni más ni menos, el testimonio de Cristo en nuestras vidas.

Romanos 8:9 Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.

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